miércoles, 9 de abril de 2008

Marzo 05, miercoles


Diario de un perro:

1ª Semana.- Hoy cumplí una semana de nacido.... ¡qué alegría haber llegado a este mundo!
1 Mes.- Mi mamá me cuida muy bien. Es una mamá ejemplar.
2 Meses.- Hoy me separaron de mi mamá. Ella estaba muy inquieta, y con sus ojos me dijo adiós, esperando que mi nueva “familia humana” me cuidara tan bien como ella
4 Meses.- He crecido rápido, todo me llama la atención, hay varios niños en la casa que para mí son mis “hermanitos”. Somos muy inquietos, ellos me estiran de la cola y yo les muerdo jugando.
5 Meses.- Hoy me regañaron. Mi ama se molesto porque me hice pipí dentro de la casa; pero nunca me han enseñado donde debo hacerlo. Además duermo en la recamara, ¡Ya no me Aguantaba!
8 Meses.- Soy un perro feliz. Tengo el calor de un hogar, me siento tan seguro, tan protegido. Creo que mi familia humana me quiere y me consiente mucho. Cuando están comiendo me convidan. El patio es para mi solito y me doy vuelo escarbando como mis antepasados los lobos, cuando esconden su comida. Nunca me educan, ha de estar bien todo lo que hago.
12 Meses.- Hoy cumplí un año. Soy un perro adulto. Mis amos dicen que crecí mucho más de lo que ellos pensaban, qué orgullosos se deben sentir de mí!
13 Meses.- Que mal me sentí hoy mi “hermanito” me quitó la pelota. Yo nunca le agarro sus juguetes. Así que se la quité. Pero mis mandíbulas se han hecho muy fuertes, así que lo lastimé sin querer. Después del susto, me encadenaron, casi sin poder mover, al sol. Dicen que van a tenerme en observación y que soy un ingrato. No entiendo nada de lo que pasa.
15 Meses.- Ya nada es igual... vivo en la azotea. Me siento muy solo... mi familia ya no me quiere. A veces se les olvida que tengo hambre y sed. Cuando llueve no tengo un techo que me cobije.
16 Meses.- Hoy me bajaron de la azotea. De seguro mi familia me perdonó. Yo me puse tan contento, que daba saltos de gusto. Mi rabo parecía rehilete. Encima de eso, me van a llevar con ellos de paseo. Nos enfilamos hacia la carretera y de repente se pararon. Abrieron la puerta y yo me bajé feliz, creyendo que haríamos nuestro día de campo. No comprendo por qué cerraron la puerta y se fueron. “¿Oigan esperen? Ladré. Se olvidan de mí. Corrí detrás del coche con todas mis fuerzas. Mi angustia crecía al darme cuenta que casi me desvanecía y ellos no se detendrían. Me habían abandonado.
17 Meses.- He tratado en vano de buscar el camino de regreso a casa, me siento y estoy perdido. En mi sendero hay gente de buen corazón y me ve con tristeza y me dan algo de comer. Yo les agradezco con mi mirada desde el fondo de mi alma. Yo quisiera que me adoptaran y sería leal como ninguno. Pero sólo dicen “ pobre perrito” se debe haber perdido.
18 Meses.- El otro día pase por una escuela y vi muchos niños y jovencitos con mis “hermanitos”. Me acerqué, y un grupo de ellos, riéndose, me lanzaron una lluvia de piedras “a ver quien tenía mejor tino”. Una de esas piedras me lastimó un ojo y desde entonces ya no veo con él.
19 Meses.- Parece mentira, cuando estaba más bonito se compadecían de mí. Ya estoy muy flaco; mi aspecto ha cambiado. Perdí mi ojo y la gente más bien me saca a escobazos cuando pretendo echarme en una pequeña sombra.
20 Meses.- Casi no puedo moverme. Hoy, al tratar de cruzar la calle por donde pasan muchos coches, uno me arrolló. Yo estaba en un lugar seguro llamado “cuneta”, pero nunca olvidaré la mirada de satisfacción del conductor que hasta se ladeó con tal de centrarme. Ojalá me hubiera matado, pero sólo me dislocó la cadera. El dolor es terrible, mis patas traseras no me responden y con dificultades me arrastré hacia un poco de hierba a la ladera del camino.
Llevo 10 días bajo el sol, la lluvia, el frio, sin comer. Ya no me puedo mover. El dolor es insoportable. Me siento muy mal, quedé en un lugar húmedo y parece que mi pelo se está cayendo. Alguna gente pasa y no me ve; otras dicen “No te acerques”.
Ya casi estoy inconsciente; pero alguna fuerza extraña, me hizo abrir los ojos. La dulzura de su voz me hizo reaccionar. “Pobre perrito, mira como te han dejado”, decía... Junto con ella venía un señor con bata blanca, empezó a tocarme y dijo: “ Lo siento señora, este perro ya no tiene remedio, es mejor que deje de sufrir”. A la gentil dama se le salieron las lágrimas y asintió. Como pude, moví mi rabo y la mire agradeciéndole que me ayudara a descansar. Sólo sentí el pinchazo de la inyección y me dormí para siempre pensando por qué tuve que nacer si nadie me quería.

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